Ferrería de El Pobal

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Dirección: Barrio de El Pobal s/n • 48550 Muskiz (Bizkaia) | Horario: Del 15 de abril al 15 de octubre: De martes a sábado: de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00 h. Domingos y festivos: de 10:00 a 14:00 h. Del 16 de octubre al 14 de abril: De martes a domingo: de 10:00 a 14:00 h. | Precio: General 3 euros (visita guiada) / 5 euros (visita guiada + demostración) Reducida 2 euros (visita guiada) / 3 euros (visita guiada + demostración), <26 años, > 60 años, discapacitados, desempleados, pensionistas, familia numerosa y grupos de más de 10 adultos. Gratuita <12 años, profesores, guías y prensa acreditados, día del museo (viernes), Día Internacional de los Museos (18 de mayo), fiesta local, Nagusi Txartela, tarjeta ICOM. Grupos escolares 1 euro por alumno/a (visita guiada) / 2 euros por alumno/a (visita guiada + taller didáctico). GPS: 43º 17′ 46” N   3º  7′ 34” O | Web: www.bizkaia.net/elpobal

La Ferrería de El Pobal está situada en Muskiz, en un bello recodo del río Barbadun, cuyas aguas movían este viejo ingenio hidráulico, en el que se fabricó hierro durante cerca de 500 años. Declarada Conjunto Monumental, es la ferrería que mejor se ha conservado de las muchas que hubo en Bizkaia y la única que ha llegado hasta nuestros días con buena parte de la maquinaria, lo que sin duda hace de ella uno de los elementos más reseñables de nuestro patrimonio histórico y cultural.

Historia
La Ferrería fue construida a comienzos del siglo XVI por los Salazar, el linaje banderizo que dominaba la comarca encartada desde el Castillo de Muñatones. En el siglo XVIII vivió su época de máximo esplendor, en manos de la familia de La Cuadra, quienes ampliaron las instalaciones y reconstruyeron toda la infraestructura hidráulica. A finales del siglo XIX se transformó en un taller metalúrgico, donde se forjaban todo tipo de herramientas y útiles de hierro. De esta manera prolongó su vida productiva hasta el año 1965. Tras un minucioso proceso de restauración, en junio de 2004 reabrió sus puertas convertida en museo de su propia actividad.

Los espacios del museo
La ferrería es el elemento más singular del conjunto. Conserva las carboneras, donde se almacenaba el combustible para calentar el mineral en el horno; el taller ferrón, con el gran martillo pilón y unos curiosos fuelles de piedra, movidos ambos por rudimentarias ruedas de madera; y la fragua, en la que se fabricaban objetos metálicos partiendo de los tochos y barras de hierro. Son espacios muy evocadores, que permiten al visitante viajar fácilmente en el tiempo e ir descubriendo, paso a paso, los secretos de este oficio ancestral.

Muy cerca de la ferrería está el molino hidráulico, en el que se molían los granos de trigo y maíz, también los hornos de pan y el palacete que fue residencia de los ferrones, donde se dispone hoy la recepción del museo. El conjunto visitable se completa con la infraestructura para retener, encauzar y almacenar las aguas del Barbadun: la presa, los canales y depósitos de agua, integrados en un amplio espacio ajardinado, con una nutrida variedad de árboles. El entorno natural es un atractivo añadido a este conjunto, que muestra las dos actividades más representativas de la industria vasca tradicional, como son la siderurgia y la molinería hidráulicas.

La visita
La visita a la Ferrería de El Pobal es un recorrido guiado que pretende facilitar al público la comprensión de unos procesos y de unas tecnologías que ya han desaparecido en nuestros días, pero que fueron claves en la economía y en la sociedad de tiempos pasados. Además, la puesta en marcha de las instalaciones de la ferrería y del molino permite a los visitantes entender mejor cómo se aplicó el ingenio humano a la obtención de recursos naturales y a su transformación en útiles y alimentos.

El trabajo de forja y las explicaciones que lleva a cabo el herrero en la fragua complementan de una forma ilustrativa el discurso de la visita. Lo que se persigue, finalmente, es que las personas que se acerquen a este enclave vivan una experiencia didáctica y amena, que les ayude a valorar los testimonios de las actividades artesanales de nuestros antepasados como una parte de nuestra identidad colectiva, que merece la pena ser respetada y conservada.

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